¿Cada vez que comemos; nos comemos un pedazo de sol?




Los seres humanos,las plantas y los animales necesitamos luz y calor para crecer y desarrollarnos.El sol es la mayor fuente natural que proporciona ambos factores, ademas de energía, que es la fuerza que da inicio a los diferentes procesos en la naturaleza. Así el Sol ilumina y calienta la superficie de la Tierra y brinda la energía necesaria para que las plantas realicen la fotosíntesis y puedan existir. Las plantas luego, son usadas como alimento por otros seres vivos. A su ve, la radiación solar calienta el aire y lo transforma en viento, así como la lluvia evapora el agua que se convierte en lluvia.

El sol es fundamental para mantener las condiciones climáticas y del suelo, gracias a este, existe vida en nuestro planeta; el funciona nuestro cuerpo al consumir los alimentos que nos brindan las plantas se podría explicar del mismo modo que como una gran chimenea o un generador de vapor; así como en ellos se nos brindan el carbón o los tizones el calor solar que almaceno el árbol durante el verano, de igual modo nosotros, cuando andamos, cuando respiramos, cuando trabajamos, no hacemos sino transformar en este género de movimientos la fuerza dinámica del sol, que se concrecionó por virtud de ciertas reacciones químicas “fotosíntesis” en el plátano, en el guineo, en la guanábana, en la legumbre, en el azúcar, en la carne, y no sería metáfora decir, si dijéramos que cada vez que comemos nos comemos un pedazo de sol.

Nosotros no consumimos de los alimentos la materia, que está la restituimos integra, y lo mismo pasamos un día que el anterior; si no la fuerza que en forma de luz y de calor principalmente, han recibido del sol y aprisionado en las mallas de sus tejidos, y que sirve para reparar las pérdidas que constantemente sufren nuestro cuerpo por efecto de las infinitas acciones, combustiones, vibraciones y movimientos voluntarios de qué depende su vida orgánica o que constituye su trabajo social. 


El organismo corporal del hombre no es un centro de creación de fuerzas, sino de transformación tan solo; la sangre es el conductor que la distribuye, todavía latentes a los tejidos, y en ellos, en la fibra muscular, en el tubo nerviosos, en la célula aplastada de la epidermis, en el corpúsculo estrellado del hueso, es donde salen de su estado de tensión y se transforman en calor, en electricidad, en vibraciones, en presión, y por decirlo de una vez, en movimiento, dejando en el mismo punto inerte y otra vez inorgánica la substancia del alimento, verdadera ceniza de un producto de combustión que el organismo expulsa y entrega al vegetal, a fin de que le sirva otra vez de vehículo para nuevas fructificaciones, esto es: para nuevas concreciones de energía solar.










Referencias:



Joaquín Costa; La tierra y la cuestión social; (1902); página 288.













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